Soliloquio
Por conversar, no convencer
me detecto en una simbiosis con la artificie del engaño;
esa en la que vales por tu número, sigues las órdenes y te encuentras bajo el yugo de la prudencia.
Donde la palabra "compartir" se ha vuelto virtual y se prostituye mutando a la acción de mostrar que envidiar.
Y yo...
no puedo dejar de sentirme enmarañada entre tantas reglas y decisiones.
y me enerva hasta dejarme en crisis existencial.
¿Será este mi lugar?
Intento mantenerme ajena ante este egoísmo colectivo, pero... ¿cómo?
Si desde el primer indicio de resistencia me convierto en una forastera mirada con extrañeza.
Si tantas veces que pienso en resistir,
de mi lengua ya se ha escapado el aguijón que procuro mantener preservado.
Las bocas maquillan nuestras emociones con colores tóxicos y lociones pestilentes
Las máscaras camaleónicas se derriten
-solo si-
escapamos a aquellos lugares donde se cuenta que "no hay señal".
¿Pero que mayor señal que la de observar a la naturaleza?
La vida fluye, no se detiene.
O dime tú ¿cuándo has visto un pájaro confundido de no saber a dónde volar?
Hay todo un cúmulo de sucesos frente a nosotros, pero estamos tan distraídos que no somos capaces de presenciarlos.
Estamos tan dispersos, confundidos, embriagados de nuestra cortina de humo.
No, no son los espejos los que nos dan la razón,
son los ojos que se miran a través de ellos.
Somos nosotros, los que van pensando, flotando, corriendo, recordando y finalmente mirando...
¡Pero cómo nos encantan los círculos!
Lanzamos flechazos todo el tiempo con palabras ingenuas de nuestras intenciones
Protagonistas de nuestros pasos efímeros.
convirtiéndolas en cómplices inocentes de nuestras semillas.
Tierra infértil la de una mente que nace muerta.
Tierra fértil la de una mente que sueña despierta.
-Fri-
Crónicas de una Ménades.
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