La llegada
Como arañas en rincones oscuros. «Horripilante, el terror vivo; lapersonificación del mal». Como una tarántula en la noche esperando su presa. Noche estrellada con cometas fugaces. Cristales purpuras fragmentándose en el aire frío; tus labios fríos. Dedos helados, azules como un iris. Tus ojos rojos en el cuarto. Tus pezones, las marcas de nacimiento. Roja tus mejillas ahora. Y ve y dile en tus sueños a Afrodita y Dionisio que ya no nos salven, que ya no nos salven, que ya no nos salven. Ve y diles, que nuestro paraíso no es más que una pesadilla encima de un colchón habitado por nuestras carnes, por nuestros huesos, nuestra sangre: discos compactos, estéreos perdidos, cigarrillos, botellas de whisky y vino, habitado por cuerpos espectros. Aliento placentero de amor cayendo a media noche calmando la buya del mundo mientras posas tus labios junto con los míos y rompes los vidrios de este cráneo y eliges quedarte aquí, aquí, aquí…Tus manos moldeadas a la forma de mis costillas, de mi corazón púrpura como tus venas. «Púrpura como tu corazón», dice tu voz tan cerca de mi oído, tan cerca de mí. Desde fuera de la ventana del hotel se divisan dos cuerpos tumbados y desnudos hablando sin mover los labios… Cae la lluvia como estela y en cámara lenta. Todo se funde en negro como el espacio infinito.
Pedro Mieles | Guayaquil, Ecuador