Pandemia Fábula de los naufragios en océanos actuales de tormenta
Íbamos contra los acantilados, bajo la luz más turbia, entre silencios quejumbrosos de olas tumultuosas. Ebrios, los capitanes se solazaban con los sueños húmedos de sirenas inversas de muslos de bailarina, y boquitas de besugos merluzas les coronaban de cantos de gloria ciegos en su ambición. Buen negocio se acerca.
Daban órdenes contradictorias, ¡Arríen el velamen!decretando alarmas, ¡Que el pánico no cunda! como si fueran a obedecerlos las fuerzas desatadas de la naturaleza, la gran mentira, vencer a los elementos. El galeno de a bordo sirvió a todos ración doble de ron, con gotas de miedo a la muerte. Los ingenuos se entretenían izando los estandartes, aplaudían, cantaban. Musitando oraciones a los dioses ausentes.
Ni los navegantes expertos previeron los arrecifes que abrieron incontenibles vías de agua por mucho que se esforzaron los carpinteros rotos ya los timones de la sensatez perdida. Seguimos a flote, porque los marineros arrojaron lastre, lucharon achicando las inundaciones y aún los vientos huracanados no partieron los mástiles. ¿De qué sirvieron los cañones, mil por banda, la santabárbara bien provista, los sables, los mosquetones?
¿Quién nos mandó seguir el rumbo errado de los tesoros señalados en cartas mentirosas, navegando en buques de piratas? ¿Dónde, cuándo aprendimos a perseguir avariciosos los arcones de monedas de oro? ¿Sobrevivirán los grumetes flotando en los barriles de ternura, hasta arribar a la costa de las islas perdidas? Vivir no es preciso. Navegar, si hay vida, sí.í.
Francisco Marín Campos | España