Mátame
Mátame lento, déjame agonizar en tus manos, quiero verte mientras mi aliento se acaba, mientras mis latidos llegan a su último puñado de sangre.
Mátame despacio, llena tus pulmones de la esencia de mi vida, la poca que quede que sea tuya, la poca que haya llévala en ti, para que me recuerdes en cada bocanada de aire que jales.
No te será fácil matarme pero lo valdrá al final, si la muerte viene por mí quiero que se encele de ti, que vea que no es la única que puede tener lo último de mí, que vea la perra esa que no le temo, que me da valor tener tus manos en mi rostro.
No importa el veneno que lleves en tu saliva, la beberé hasta reventar, que nos mire la vida y la muerte, que nos admire el mundo, que sepan que no disfruté tanto la vida, como en el breve lapso en qué tú la arrebatas de mi cuerpo, porque no hay manera más exquisita de ser recordado, que siendo mencionado como el único hombre que regaló su muerte al único ser que le enseñó a vivir.
Siente mi cuerpo enfriando, siente mis manos tensas, mira el tono lila que adquieren mis labios y lo grisáceo de mis ojos, tómame fuerte que estoy por partir, abrázame fuerte a tu pecho, no permitas que mi alma se desprenda de este envase de carne y sangre.
Sonríe por última vez, ¡carajo! no dejes caer lágrimas, arruinas mi bella partida, dime que me amas, dime, ¿Qué haremos mañana? como si esto no fuera una última despedida, déjame ver la mueca que haces justo antes de reír, dame la última serenata de tu voz, dame un último adiós que no tenga antecedentes, que no tenga secuela, que sea eterno, que sea fugaz, pon tu mano en mi pecho y cuenta conmigo:
Diez, te soñé desde hace varias vidas.
Nueve, adoré tus crueles apodos hacía mí, logré ver esos sinceros sentimientos en cada uno de ellos.
Ocho, nunca me agradó tu amigo.
Siete, mentí cuando te dije que había dejado de verte como diosa.
Seis, siempre supe que tú estarías aquí al final.
Cinco, debimos aprovechar más el tiempo juntos.
Cuatro, siempre supe de tí aún cuando parecía que desaparecimos de la vida del otro.
Tres, siento haber dicho eso la noche que decidimos que ésta relación no daba más.
Dos, te construí un castillo con una silla hermosa, dorada, a mi lado donde gorbernaríamos juntos, nunca nadie la uso.
Uno..... Te amo.
Toma mi muerte, amor de mi vida.
Raúl Valdivia
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