Hoy soy aire
No puedo escapar de ti,
la sensación de tu aliento en mi nuca es fuerte,
dejas señales en el viento
y hoy soy de aire.
¿Pierdo el tiempo al pensarte?
No he escrito lo suficiente
espera,
espera,
tengo la necesidad de gritar,
pero no puedo aventar lo que no encuentro,
mi mente se ha cerrado.
¿Tienes tu acaso
la llave para abrir mi puerta?
¿Me escondes
bajo el telar misterioso de tu capa?
¿Me has esperado paciente,
sentada,
de pie
y caminas a mi lado,
mientras yo traduzco canciones a mi vida?
Camino
y siento el calor del sol bajo mis pies,
Pero mis brazos
perciben la helada briza de tu sombra.
¿A caso esperas mi decisión?
E soñado con la ola más grande de las costas venir a mí,
E soñado con la columna blanca más fuerte de las costas
y me abrazo con desesperación a ella,
pero el mar me seduce a ser arrastrada bajo sus olas mortales.
¿Dime qué sucedería si me suelto?
No tengo el valor para dejarme ir
de este inquietante
y despilfarrador mundo de relojes,
corro,
corro sin saber a dónde me dirijo,
perdida,
amada sin amor
y suelta,
puesto que no hay mano segura que me sostenga,
quizá por eso
hoy soy de aire
y ni siquiera él me quiere
como se debe querer a las flores más extrañas
y bellas del planeta.
Solo quiero alguien que toda la vida me adore,
es mucho pedir.
El amor
es una excusa para perder el tiempo,
son las esposas puestas en nuestras manos
por nosotros mismos.
Nos rendimos ante el fuego de la sangre
para que nos aviente la bofetada,
nos tire en el concreto,
nos escupa al final.
Y yo que creía en todo
y lo sigo queriendo creer.
Hoy soy de aire,
trágico y sereno,
con vientos suaves
y sin tiempo.
Cabalgo desnuda en yegua blanca de terciopelo,
el frio en mi pecho caliente,
el viento fresco besa la mejillas
y mis cabellos llueven,
gotas de cristal cortado sobre mi espalda.
No soy frágil;
mis piernas,
mis caderas,
fuertes,
femeninas,
taciturnas.
Pero mis ojos
¡Ay! ¡Mis ojos son tan débiles que lloran solos!
Aunque este contenta
gritan el perdón y el auxilio
en un mismo alarido de misericordia.
Lo que tanto temo lo traigo en mis venas.
Sí, soy de hierro,
ardiente y sin piedad,
caigo presa fácil
y con redondez perfecta,
como los copos de nieve
bajo desde la montaña más alta,
me vuelvo letal por algo tan insignificante.
Pelotita de ping pong…
Voy y vengo,
voy y vengo
y una raqueta es del tiempo,
la otra del intento de amar.
La ironía se sirve en un plato hondo
y no es tan caliente para quemar el paladar,
ni muy fría para dejar de probarla.
Crecí
y pensé dejar tu recuerdo fantasmal en el olvido,
pero llega,
llega salvaje,
llega recurrente,
llega azotando la puerta,
como pequeños chispazos
electricidad,
toques de ti persiguiéndome,
aunque gire
y no te vea,
me sigues
de lejos,
me observas,
dejas tu estela
y tu aliento,
en mi nuca otra vez,
por más que deje crecer mi cabello,
por más platos lavados,
vasos,
sopas servidas,
cuarto limpio,
cama tendida,
juguetes recogidos,
la misma película,
tender la ropa,
caminar a la tienda,
servirme un trago,
revisar mi correo y pensar;
¿A dónde se fueron las cartas,
los mensajes,
los telegramas,
las llamadas?…
otra vez la bolsa negra está llena
y mañana pasa la basura.
¡Pero que pérdida de tiempo!
¡perversa vida,
a esto hemos venido!
Mantengo una casa a medio limpiar
y camino,
camino,
camino,
pero no sé a dónde,
¿en dónde me encuentro?
y solo pienso en ti cuando mis noches son calladas
y mi mente desea imaginar que vuelo
y ya no corro,
floto,
soy humo,
transparencia,
luz,
brillantes,
burbujas de tonos arcoíris,
y hoy,
hoy soy de aire que resopla en las ventanas,
que chilla,
que se cuela,
que se escurre y viaja.
Mezo las palmeras,
alboroto cabellos,
robo sombreros,
destruyo paraguas,
provoco miedo.
Soy miedo,
soy dolor,
soy tormento.
Todo se hincha en mis pulmones
y sale en el humo de mi cigarro.
Araño mis piernas,
intento aliviar la comezón de mi inquietud
y aun así,
sigues aquí,
sigues mirándome.
¿Qué piensas de mí?
Está tu presencia,
te percibo con mi instinto,
como gato,
como lobo,
como presa,
tengo el don de saber la verdad,
de aclarar las cosas cuando quiero
y a veces no quiero saberlo,
pero lo sé,
es una certeza
y me tapo los oídos con mis hilos de seda
para no escucharte,
y se me olvida,
vuelvo a salir,
vuelvo a creer
y vuelvo,
y vuelvo,
y sigo,
y sigo…
Aquí estoy,
no tengo a donde ir,
no hay manera de perderme
en este mundo que me sugiere a cada instante
ser otra persona,
alguien diferente,
cambiar de atuendo
y no logro decidir ante esto,
que preparar hoy de comer.
Me aquieto.
Soy un ente caminando por los dormitorios,
los reviso,
los analizo,
pero sin ver más allá de mí,
no me reconozco.
Mundana,
mundana y barata,
despilfarro sentimientos
sin llenar,
sin decir nada,
me hiervo,
grito,
me transformo,
soy un monstro,
una copia del dolor de mi infancia
y me odio,
me desvelo,
me carcomo el labio,
soy acida,
pataleo,
pataleo.
Soy la niña llorona y berrinchuda
escondida en el baño,
luz prendida en el closet,
¡miedo,
miedo,
angustia,
desesperación,
terror,
cierro los ojos!
¡Dios, Dios!
¡¿Dónde estás?!
La ropa colgada no se seca,
humedece el aire,
la brisa se desprende lenta
y paulatina ante mi piel,
y en una silla voy envejeciendo ciegamente,
aunque siga niña,
aunque quiera creer que no han pasado inviernos,
ya no soy la misma.
Caja marchita,
arrumbada,
desteñida,
si no digo algo nadie me mira
y si digo algo todo el mundo critica.
Deja en paz está extraña figura,
curiosa creatura,
niña mimada por los soles.
¿Por eso sigues aquí?
¿A sido tanta gracia la que se me ha concedido,
tanta magia,
tanto destino protegido?
¿Soy o no soy merecedora de todo lo que vivo?
¿Fue acaso un volado el seguir viva cada instante?
No recuerdo mi primer hoja marchita,
solo se siente el vacio concentrado
en intentos vagos de agua
que sube en los labios secos
y carcomidos de mis días.
El sol golpea en mis ojos,
la iluminación me aterra,
pero la obscuridad
me envuelve entre tus brazos
haciéndome pequeñita,
insignificante,
más que la propia soledad interna
que se despliega como fuegos artificiales
sobre el cielo estrellado.
¡Que hermosas luces de colores!
Hexágonos dividen mi caída.
¿Cuánto más falta para que llegues?
No concibo mi vida ni mi muerte
sin alguna recompensa más que la simple supervivencia,
necesito la certeza de vivir más,
de trascender
y no quedarme solo en un álbum de fotografías.
Demonio;
¿Tú acaso puedes darme la seguridad que tanto añoro?
Oigo ruidos que nadie escucha
y las voces en mi mente me arrullan antes de dormir,
pero no logro entender lo que dicen,
solo las estimo,
como si estuviera placida,
descanso en una caja abierta,
soy admirada por última vez.
Mis manos posan sobre mi regazo
y me concentro en ser hielo,
estatua de marfil afilada,
bella cosa extraña…
¡Oh! ¡Como me lloran!
¡Como me aman!
¡Como todos están para decirme adiós!
Sofía Cham
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